Pablo Sola: GODS & MONSTERS.
VIERNES 6 DE FEBRERO DE 2015 INAUGURACIÓN
GODS & MONSTERS
Dr.
Pretorius: - ¿Le gusta la ginebra? Es mi única debilidad… (brindando con Henry)
¡Por un mundo nuevo de dioses y monstruos! La creación de la vida es algo
cautivador, inequívocamente cautivador, no es así?
La
Novia de Frankenstein, James Whale, 1935
Cuando ví por primera vez los retratos fotográficos de Pablo Sola, me vino
a la cabeza el delicioso ensayo de
Heinrich Heine ‘Los dioses en el exilio’(1853) En él, Heine nos descubre la
suerte que corrieron los dioses paganos ‘cuando se desató la catástrofe
maldita, cuando fue proclamado el gobierno de la cruz y del martirio, emigró el
hijo de Cronos y desapareció entre el tumulto de la huida de los pueblos’. Hoy,
ese gobierno empieza también a tambalearse, y quizá fuera un buen momento para la
vuelta de los dioses paganos. Pero me temo que ya es demasiado tarde. En las
fotos de Pablo veo a los dioses que veía Heine, Baco escondido tras un hábito,
Mercurio convertido en un comerciante holandés, Júpiter perdido en una isla
inaccesible del Polo Norte…
Como me recordaba Duane Michals en una conversación hace muchos años, la
fotografía no es capaz de mostrar el alma del retratado, no se trata de eso, sino
de constatar ‘las grietas del tiempo’. Ya quedan pocos que piensen que es
posible reflejar la ‘personalidad’ del retratado en una fotografía. Más bien, y
como los primeros nativos americanos que vieron una, el fotógrafo roba esa alma, y la hace suya, y luego
nuestra. Todas las fotografías que nos dejan huella no dejan de ser
autorretratos, aunque no hayamos disparado la cámara ni hayamos posado para
ellas. Todas las fotografías que nos dejan huella son espejos.
Las fotos de Pablo Sola no son una colección de ‘dioses y monstruos’:
muestran la divinidad de lo monstruoso y lo monstruoso de lo divino, en fin, lo
que somos todos. Y lo hace renunciando a ese ‘momento decisivo’ tan querido por
los fotoperiodistas. Para Pablo, el momento decisivo es aquel inmediatamente
anterior o posterior, cuando aún no ha pasado nada, o cuando ya no hay remedio.
Ese espacio que nos obliga a ver más allá de la fotografía, que nos hace
preguntarnos qué ocurrió o qué va a ocurrir, qué hemos hecho o qué será de
nosotros.
Brindemos por un mundo nuevo de dioses y monstruos, entonces.
David Trullo, enero 2015
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